Después de lo comentado en la entrada anterior respecto a la parte de limpieza de las rutinas CIL, en la inspección nos aseguramos que el equipo se encuentra en las condiciones adecuadas de funcionamiento e identificamos los puntos clave en los que realizar un control, habitualmente visual, que nos sirva para detectar de manera temprana posibles problemas.
También comentaba en la entrada anterior dedicada a la limpieza, que la inspección está intrínsecamente ligada a la limpieza ya que mientras limpiamos al mismo tiempo, e inevitablemente, también inspeccionamos. No obstante si se nombra de manera concreta la inspección es porque la limpieza a veces no lo abarca todo, puede haber partes del equipo ocultas que deban ser inspeccionadas o ir más allá de una mera inspección visual.
La experiencia del operador
Una rutina CIL bien creada y el éxito de la misma no debería depender de la pericia y experiencia del operador del equipo, después de una formación en las rutinas CIL la efectividad de las inspecciones debería ser bastante rápida, no descubro nada si digo que en el mundo real esto no suele ser así.
Si a un operador sin experiencia le pides que mire si la presión de aire comprimido en el equipo es correcta, es un valor concreto directo de manómetro que es sencillo de evaluar, si es correcto la manecilla marca por encima de un valor concreto. Ahora bien, si al mismo operador le pides que inspeccione el funcionamiento de un pistón, el operador sin experiencia podrá evaluar si se mueve o no, pero el operador con experiencia podrá seguramente darse cuenta si por ejemplo la velocidad no es la adecuada y el equipo pierde ciclos de trabajo por el movimiento más lento del pistón (como cuando el silenciador de escape del pistón está sucio).
La importancia de las observaciones y comentarios
Hay una inspección que se realiza continuamente y que es fruto de la mencionada experiencia del operador, ya puede ser un ruido más agudo de lo habitual o una secuencia de funcionamiento diferente o una mancha en el suelo de otro color, son sucesos o anomalías que no están incluidas en la propia rutina CIL pero que habitualmente desembocan en una avería, algunas veces estas anomalías incluso son imperceptibles para el personal de mantenimiento entrenado, por ello se debería procurar siempre habilitar un camino de notificación de estas anomalías dentro de la propia implantación de las rutinas CIL e ir más allá del típico buzón de sugerencias generalista. Por ejemplo dando posibilidad a los operadores de notificar directamente en nuestro GMAO o poniendo un campo de Observaciones y/o comentarios en los checklists de CIL.
Y sobretodo no olvidar dar respuesta a estos comentarios, no siempre se dispone de los recursos para hacerlo todo, pero si el operador se molesta en informarnos de una anomalía lo mínimo es dar una respuesta verbal aunque al final la anomalía no se solucione de inmediato.
¿Cuánto tiempo le dedicamos?
El tiempo dedicado a la inspección será, en comparación con las demás partes de las rutinas CIL, bajo, en equipos pequeños se puede realizar una inspección bastante completa en muy poco tiempo, y si nos ayudamos de indicadores visuales aún más rápido, en general las partes críticas o con tendencia al fallo que dependen de un test «pasa/no pasa» visual deberían incluirse en la rutina CIL, la partes de inspección (que no de limpieza) que requieran manipulación o desmontaje y no puedan someterse a un test «pasa/no pasa» (que dependen de la percepción de cada operador) en general deberíamos evitarlas o ponerlas dentro de las operaciones de mantenimiento planificado del equipo. Las rutinas CIL deben ser realistas y alcanzables, si se acaban complicando en exceso al final no funcionan.
Observar requiere segundos, solucionar una avería horas o días
En la próxima entrada escribiré sobre la última parte de las rutinas CIL, la Lubricación.